jueves, 23 de julio de 2009

Mi Pastor

¡Ah… ser pastor cuando las ovejas se creen lobos,

cuando los lobos parecen ovejas,

cuando el pesebre ni techo tiene,

cuando las pasturas apenas germinan,

cuando los días son cada vez más cortos,

cuando las noches se eternizan!


¡Ah… ser luz en tinieblas crónicas,

ser agua para tanta sed,

ser fuego para tanto frío!

¡Ah… del pastor con sus ovejas dispersas y seguras,

todas con corderitos saludables,

buscadoras de pasturas nutritivas y eternas!


Si no fuera cura sería millonario,

le escuche decir un día. Yo aún lo dudo:

Qué si no la caridad,

puede hacer a esa energía inagotable,

arrasar con el ocio del que nada hace

y los recurso de aquel, a quien mucho le sobra.


Si no fuera cura, se consumiría

como esas raras estrellas que no dan luz.

Mil millones, no pueden estar equivocados,

me supo decir y yo lo dudo:

cuando veo sus ojos,

me sobran dos mil millones de pupilas,

para creer en la verdad.


El que siempre está "magnifico",

el de la sonrisa omnipresente,

el que nunca niega,

el del mate amargo, Rosa Monte especial,

el de la música clásica, por los pasillos del Tambo, en las siestas,

el del cariño hecho tallarines con atún,

el de la comunión informal, en esa especie de "sótano galpón", los domingo por la tarde,

el que ya no veo, pero nunca olvido…

Ese, es mi pastor y su silbo aun me guía a su rebaño.


Martín Alías




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